Caminando
por las frías calles de Bogotá, me encontré con una cruda y trágica realidad,
que hace mucho tiempo paso a ser, de un acto insólito
a una tradición. Donde el respeto y la solidaridad se esfumaron, dejando cenizas
de odio y envidia.
Así
se vende la dignidad en esta ciudad, por dos mil, o tres mil pesos.
Adolescentes en busca de un alimento, tal vez, un sueño, intercambian su cuerpo sin la más mínima
aversión.
El “amigo
de lo ajeno”
mientras tanto está
asechando a su presa, este piensa cómo salir de esa pobreza en la que vive, que
paso desde hace tiempo de ser física a mental. Apoderándose así de él sin
permitirle avanzar hacía una salida segura, prefiriendo así una fácil que lo
lleve a la gloria.
Aunque
él, no pensó que la gloria que buscaba traería consigo la muerte, aborreció
hasta su último segundo de sufrimiento esta “presa ingenua” que lo sacó del
juego, como quien mueve su ficha de ajedrez. Tendido en el suelo sin
respiración, con un frío que recorre cada una de sus venas, piensa que pudo ser
feliz sin recurrir a las crudas calles con sabor a maleza.
Por:
July Blanco
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